A primeras horas de la mañana dejamos Cantavieja, después de dar una última mirada a sus casas colgadas aprovechando que luce un sol magnífico. Salimos por la A-226, y antes de llegar a Fortanete nos desviamos por la A-1702 hacia la Cañada de Benatanduz, Villarluengo y Pitarque.
En la cañada de Benatanduz destaca la iglesia parroquial del siglo XIII, con su torre campanario, que encontramos en situación bastante ruinosa, como casi todos los edificios de la plaza. Villarluengo, enclavado en lo alto de una mole de roca calcárea. Buscando una ermita nos perdimos en el monte y acabamos tomando un café en un hostal en plena montaña.
Los órganos de Montoro, cercanos al lugar, se alzan majestuosos hacia el cielo.
A unos 5 km de Villarluengo, tomando un desvío a mano izquierda, pasado el puente sobre el río Guadalope, y después de atravesar un estrecho cañón de extraordinaria belleza, se encuentra el pueblo de Pitarque. Nos han llegado diversos comentarios sobre la belleza del lugar de nacimiento del río Pitarque, a unos 4,5 km. Los vecinos nos comentan que el sendero no es malo y que nos costará llegar aproximadamente una hora (para mí calculo una hora y media, que después fueron dos) por lo que nos animamos a realizar la visita. El primer tramo se hace por camino bien pisado, un poco más empinado de lo que nos habían comentado, hasta alcanzar la Ermita de la Virgen de la Peña y la central eléctrica. A partir de este punto la senda avanza encañonada entre altos muros de piedra y vegetación y se hace más angosta, con algún tramo difícil para mis castigadas piernas. Oír continuamente el murmullo de las cascadas de agua en el fondo del barranco me anima a realizar un esfuerzo mayor del que estoy acostumbrado.
Apasionante, majestuoso, soberbio, imponente, sublime, extraordinario, magnífico, solemne,...; todos estos calificativos describen perfectamente este espacio natural comprendido entre el afloramiento ("nacimiento") del río Pitarque y su desembocadura en el río Guadalope. Miles de años de paciente erosión han dado forma a este singular paisaje. El agua brota y se dirige torrente abajo con ímpetu, saltando por pequeñas cascadas.
En primavera, cuando las nieves se funden, por esa tobera de roca hueca mana con fuerza uno de los manantiales que crean el río.
El buitre leonado es una especie fácil de observar sobrevolando las formaciones rocosas.
La vuelta resultó menos dificultosa de lo que esperaba, y algo más rápida por ir cuesta abajo, pero llegamos al atardecer cuando ya casi no había luz. Un poco más tarde y tienen que salir a buscarnos con linternas.