La entrada del año ha sido bastante impetuosa y no me ha dejado mucho tiempo para atender estas páginas, pero había una parte pendiente de mostrar y ha llegado el momento. Son las pequeñas calles de Tallín, con sus casas estupendamente conservadas que te transportan a otra época. Son todas vuestras.
Es una calle larga y silenciosa. Ando en tinieblas y tropiezo y caigo y me levanto y piso con pies ciegos las piedras mudas y las hojas secas y alguien detrás de mí también las pisa: si me detengo, se detiene; si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. Todo está oscuro y sin salida, y doy vueltas y vueltas en esquinas que dan siempre a la calle donde nadie me espera ni me sigue, donde yo sigo a un hombre que tropieza y se levanta y dice al verme: nadie.
Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la de Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella, que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención, le encaminaba. Diose priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía.
Un tiempo para descansar Un tiempo para viajar Un tiempo para descubrir Un tiempo para disfrutar Un tiempo de reencuentro Un tiempo para compartir Un tiempo para escuchar Un tiempo para dialogar Un tiempo para vivir Y para fotografiar Un tiempo que tardaré en volver
"Ciudad deliciosa, exótica, bella y peatonalizada. Es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera... Oviedo es como un cuento de hadas". Estas fueron las palabras pronunciadas por Woody Allen, el cineasta de Brooklyn, tras pasear por las calles de Oviedo. Los asiduos a esta página sábeis de mis cortas escapadas, a veces demasiado breves, por diversas ciudades y lugares de la geografía española. Salvo en contadas ocaciones no suelo alejarme mucho de las tierras que rodean Aragón; en esta ocasión, atraido por los favorables comentarios de quiénes la han visitado, visitaré la ciudad de Oviedo y una pequeña parte de sus alrededores, porque tres días no dan para mucho, y menos si consideramos que se ha de alternar el placer con un poco de trabajo.
Confio traer alguna fotillo para vosotros y, quién sabe, quizá también alguna bella historia.
La obra realizada por Calatrava en la ciudad de Valencia ha sido alabada por unos y denostada por otros, como suele ocurrir con todas las obras que destacan sobre lo normal.
Contrariamente a lo que es habitual en muchos arquitectos, que ocultan las estructuras de sus edificios, Calatrava, como ingeniero que es, las convierte en elementos esenciales y en obras de arte.
Sea como fuere, independientemente de la opinión que nos merezca, lo que si podemos afirmar es que a casi nadie deja indiferente.
Cuando baja la marea se abre un camino entre dos aguas que permite cruzar a pie hasta la isla situada en mitad del fiordo. La mar permaneció alta mientras estuvimos allí y no pudimos verlo.
Quiero terminar, por ahora, la serie dedicada a Edimburgo dando un pequeño paseo por sus playas.
Esta primera fotografía corresponde la estuario de Forth y la tomé desde el tren, camino de St. Andrews cuando cruzaba por el puente centenario. Es una central de tratamiento de residuos urbanos.
Acurrucada en una amplia bahía, la ciudad de St. Andrews combina una población universitaria internacional con la pasión por el golf (aquí se celebran los más famosos torneos europeos). Un pequeño puerto y dos playas se extienden al sur de la bahía y una más ancha al norte de la ciudad.
Cuando el sol se abre un hueco entre las nubes la ciudad se convierte en una de las más placenteras de Escocia.
Con sus yates amarrados, cisnes majestuosos y casitas encaladas en la ladera de un cerro, Cramond es uno de los rincones más pintorescos de Edimburgo.
Portobello, en el corazón de Edimburgo, tampoco deja indiferente.
"El que se olvida de su propia historia, está condenado a repetirla" Sir Walter Scott - Escocia 1771/1832 W. Scott es uno de los escritores, poeta y editor más famoso de Escocia, y mundialmente conocido por sus obras, entre las que destacan: Ivanhoe, Rob Roy, La dama del lago, ... entre una larga relación de títulos.
Fue uno de los propulsores del uso de la falda escocesa que ha acabado convirtiéndose en uno de los símbolos del país.
En su memoria, financiado mediante suscripción pública, se construyó este imponente chapitel gótico que se eleva majestuoso en el paseo de Princes Street, dominando la mitad oriental de los jardines del mismo nombre.
Vista del Old Town y del Castillo de Edimburgo, tomada desde la base del monumento a W Scott.
Unas bellas casas, casi colgantes, situadas en el Old Town, junto al castillo.
Un puesto de mercadillo en una de las calles de Edimburgo. Entre las montañas de bolsos habia una sorpresa.
Para relajarse o hacer un alto en el camino, Edimburgo dispone de multitud de cafés, aunque uno de los de mayor encanto es, probablemente, el 'Elephant House' (George IV Bridge, 21). Ubicado en el corazón histórico de la ciudad, se trata de un tranquilo local con cierto ambiente bohemio y vistas al castillo. Entre las anécdotas que rodean este local se cuenta la de que J.K. Rowling encontró su musa en Edimburgo y, de hecho, escribió la primera novela de la saga de Harry Potter en este delicioso café.
Entre los muchos elementos que conforman la cultura escocesa, dos han dado la vuelta al mundo. Nos referimos a la vestimenta tradicional (la falda o kilt) y por supuesto, el instrumento que acompaña cualquier celebración en el país, la gaita.
Para descubrir la diferencia entre un whisky de malta y uno de grano, entre el licor de las tierras bajas y el de las altas, la variedad de sabores sofisticados, delicados y a la vez penetrantes de la bebida nacional escocesa; desde el ahumado de la turba hasta el salitre del mar, pasando por la miel y el brezo, son un auténtico festín para el paladar. Situado al comienzo de Castle Hill, muy cerca del Castillo, nada más iniciar el descenso por la milla real.
Las comidas elaboradas con whisky como uno de los ingredientes, estupendas.
Están ubicados en un valle que antiguamente estaba ocupado por el lago del Norte, desecado a comienzos del siglo XIX. Los jardines están divididos en dos por The Mund, una elevación artificial formada por unos dos millones de carretadas de tierra descargadas allí durante la construcción de la ciudad nueva (New Town), para proporcionar comunicación terrestre con el casco antiguo (Old Town)a través del valle.
La construcción de la New Town se hizo de forma que las casas disfrutaran de buenas vistas, tanto del estuario de Forth en dirección Norte, como de Old Town y los jardines de Princes Street hacia el sur. Conservar los paisajes se consiguió con el sencillo método de construir casas solamente en uno de los lados de Princes Street, una de las calles comerciales más espectaculares que he conocido.
Pasar por ellos de buena mañana fue una experiencia muy agradable.
Ya estamos de vuelta, con las pilas bien cargadas después de unos días de bregar por ahí y dejarme las rodillas destrozadas. Hasta dentro de 4 días no comienzo el trabajo, de modo que todavía tengo tiempo de disfrutar.
Edimburgo es la capital de Escocia, imagino que todos lo sabéis. Está situada en la desembocadura del fiordo de Forth, y desde 1995 es patrimonio de la Humanidad, lo cual no es de extrañar, porque se trata de una ciudad con una personalidad muy marcada.
Con un casco viejo cuyas tranquilas calles piden el paseo relajado para disfrutar. Unos magníficos parques y jardines que rivalizan con las bellas callejuelas del casco antiguo. Y escaleras, muchas escaleras. Eso sí, con pasamanos que hacen la subida más amable.
Con unas gentes joviales y relajadas siempre dispuestas a ayudar con una sonrisa. Parecía que no tuviesen prisa: subidas al autobús tranquilas y sin atropellos, saludando amablemente al conductor y deseándole buen día y sin que nadie se impacientase si la espera era un poco larga. ¡Ja! Incluso un conductor de autobús de línea esperó con su semáforo en verde a que yo terminará de hacer una fotografía para no estropearla; al arrancar me dedicó una sonrisa y levantó el pulgar para demostrarme que había colaborado con gusto. Una viejecita le dio al conductor de un autobús una chocolatina para alegrarle la mañana. Creo que todo era consecuencia de una buena educación.
Más o menos como aquí, vamos.
Y con un tiempo muy variable, alternando días de sol con días de lluvia lenta y mortecina que acaba calando hasta los huesos, pero que no nos importunó demasiado los paseos salvo uno de los días.
El objetivo de mi viaje era conocer esta magnífica ciudad y los alrededores del fiordo donde está situada. Creo que ha quedado cumplido con creces y traigo material suficiente para colocar durante unos días. ¡Y ganas de volver a visitarla! Muchas ganas de volver, pero habré de esperar.
Durante unos días pasearé por las calles que vieron crecer, en todos los aspectos, a estos insignes escritores:
RL Stevenson, de quien conservamos estas preciosas perlas:
"Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir."
"Un amigo es una imagen que tienes de ti mismo."
"Vale más vivir y morir de una vez, que no languidecer cada día en nuestra habitación bajo el pretexto de preservarnos."
"Ser lo que somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser es la única finalidad de la vida."
Y también A Conan Doyle, creador del renombrado S. Holmes y autor de esta otra perla:
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Os dejo dos tomas de una misma imagen. Es impresionante ver como cambian las cosas modificando tan sólo un poquito la luz con que se miran.
Nos vemos, aunque mejor dicho nos leemos, pronto. Creo que no hace falta decir que las fotografías corresponden a la basílica del Pilar de Zaragoza y fueron tomadas desde debajo de uno de los puentes del Ebro.
Viajo a Barcelona para 4 días y utilizaré como medio de transporte el autobús, que hace mucho, mucho tiempo no no subo en ninguno. Intentaré aprovechar el viaje para terminar el libro del mundo al revés e iniciar el memorial del convento de josé Saramago, uno de los escritores que más me están gustando últimamente; el último leído, el hombre duplicado, también de Saramago, me ha parecido una maravilla de reflexión. Intentaremos un paseo por las Ramblas y el barrio gótico, comentarios al concierto de Tokio Hotel, nuevo paseo por algún rincón no conocido de la ciudad, paseo por la ciudadela, y creo que no dará para mucho más, aparte alguna cervecita por ahí; ¡pero ya es mucho! Buena semana a todos
Hoy publico desde el correo electrónico y es posible que repita foto, pero no estoy seguro, así que ahí queda.
De regreso de un pequeño viaje durante el que hemos visitado algunas zonas representativas del Languedoc-Rosellón, región del sudeste francés, rica en historia, en paisajes, en gastronomía y una delicia en esta época del año. Al menos a mí me lo ha parecido.
Una primera parada en camino nos permite estirar un poco las piernas mientras disfrutamos de la belleza de una ciudad que todavía no conocíamos: Girona, ciudad idónea para pasear, que posee el encanto de las pequeñas ciudades sin multitudes.
Las casas pintadas de vivos colores asomadas a la rivera del río Onyar, que atraviesa la ciudad y configura una de las imágenes más características de Girona.
Un paseo por las antiguas murallas carolingias y medievales que cierran el centro histórico y son un mirador privilegiado sobre la ciudad. En su interior rincones ajardinados de gran belleza.
Monasterio de Sant Pere de Galligants románico de estilo lombardo (s. XII) de los más notables de Cataluña.
Después de tomar un café en la plaza de la catedral, reiniciamos viaje hacia Colliure, nuestro primer destino en Francia.
Hace muchos años que no me gusta bajar a la playa y lo evito siempre que puedo. Prefiero los puertos, el olor a pescado que impregna las pequeñas barcas que regresan por la tarde con sus cajas, el chiringuito cercano con sus aromas a pescado y marisco recién cocinado... La arena también lo impregna todo, pero de una forma diferente. Se introduce en todos los pliegues del cuerpo y me produce una desazón que ninguna ducha instalada en las cercanías ha conseguido nunca eliminar. Siempre digo que volveré a entrar en el mar cuando la playa esté asfaltada hasta el borde mismo del agua, y hace unos días, en una pequeña escapada a la villa marinera de Cambrils (Tarragona) casi tengo que cumplir mi palabra, una pasarela de madera llegaba casi a dos metros de la orilla. Todo se andará.
A pesar de todas las incomodidades que la arena me produce, ese día me acerqué lo suficiente para obtener la fotografía que preside la entrada. Al poco comenzó a llover y tuvimos que correr a refugiarnos.
Una desgracia para Cambrils, ha desaparecido la hermosa plaza del pósito con su antiguo mercado y en su lugar, ofreciendo una imagen horrible, un aparcamiento de coches al aire libre. Se va perdiendo el sabor tradicional.