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lunes, 1 de octubre de 2007

El Maestrazgo 4

A primeras horas de la mañana dejamos Cantavieja, después de dar una última mirada a sus casas colgadas aprovechando que luce un sol magnífico. Salimos por la A-226, y antes de llegar a Fortanete nos desviamos por la A-1702 hacia la Cañada de Benatanduz, Villarluengo y Pitarque.

En la cañada de Benatanduz destaca la iglesia parroquial del siglo XIII, con su torre campanario, que encontramos en situación bastante ruinosa, como casi todos los edificios de la plaza.

Villarluengo, enclavado en lo alto de una mole de roca calcárea. Buscando una ermita nos perdimos en el monte y acabamos tomando un café en un hostal en plena montaña.



Los órganos de Montoro, cercanos al lugar, se alzan majestuosos hacia el cielo.

A unos 5 km de Villarluengo, tomando un desvío a mano izquierda, pasado el puente sobre el río Guadalope, y después de atravesar un estrecho cañón de extraordinaria belleza, se encuentra el pueblo de Pitarque. Nos han llegado diversos comentarios sobre la belleza del lugar de nacimiento del río Pitarque, a unos 4,5 km. Los vecinos nos comentan que el sendero no es malo y que nos costará llegar aproximadamente una hora (para mí calculo una hora y media, que después fueron dos) por lo que nos animamos a realizar la visita. El primer tramo se hace por camino bien pisado, un poco más empinado de lo que nos habían comentado, hasta alcanzar la Ermita de la Virgen de la Peña y la central eléctrica. A partir de este punto la senda avanza encañonada entre altos muros de piedra y vegetación y se hace más angosta, con algún tramo difícil para mis castigadas piernas. Oír continuamente el murmullo de las cascadas de agua en el fondo del barranco me anima a realizar un esfuerzo mayor del que estoy acostumbrado.


Apasionante, majestuoso, soberbio, imponente, sublime, extraordinario, magnífico, solemne,...; todos estos calificativos describen perfectamente este espacio natural comprendido entre el afloramiento ("nacimiento") del río Pitarque y su desembocadura en el río Guadalope. Miles de años de paciente erosión han dado forma a este singular paisaje. El agua brota y se dirige torrente abajo con ímpetu, saltando por pequeñas cascadas.


En primavera, cuando las nieves se funden, por esa tobera de roca hueca mana con fuerza uno de los manantiales que crean el río.

El buitre leonado es una especie fácil de observar sobrevolando las formaciones rocosas.

La vuelta resultó menos dificultosa de lo que esperaba, y algo más rápida por ir cuesta abajo, pero llegamos al atardecer cuando ya casi no había luz. Un poco más tarde y tienen que salir a buscarnos con linternas.

viernes, 28 de septiembre de 2007

El Maestrazgo 3

Vista de la villa de Cantavieja desde la muralla, saliendo por el llamado portal de Mirambel.

La plaza de Cristo Rey en Cantavieja, una de las más bellas de Aragón, porticada en los tres lados y formada por la iglesia, el ayuntamiento y una casa noble.

Cantavieja vista a través de una saetera de la muralla.

La capilla construída en el interior del patio del castillo templario de Cantavieja

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El Maestrazgo 2

Por si quieres entretenerte mientras lees

Nos levantamos temprano con la intención de hacer un recorrido por Cantavieja, villa amurallada situada en la cima de una montaña a 1300 m de altitud y rodeada de barrancos. Fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1.981, no sólo por la estructura medieval de su casco antiguo, sino también por su pasado.

Me acerco a la ventana para ver amanecer pero mi vista no alcanza más allá de un par de metros; una espesa niebla empapa las formas de las casas vecinas y mi campo visual no va mucho más allá de mis narices. Confiados en que la niebla levante a media mañana bajamos a tomar un desayuno que resulta bastante contundente: de zumo, café con leche, tostadas de pan de pagès, complementado con embutidos de la zona que son estupendos. Para animar, el camarero nos comenta que en el pueblo de al lado está lloviendo a mares y que no cree que la niebla levante en todo el día. Con algo de incertidumbre cargamos con los bártulos y salimos a la calle, donde nos recibe una fina lluvia que, sumada a la densa niebla, hace imposible el recorrido previsto. Propongo bajar al valle y visitar los pueblos de alrededor que teníamos pensado visitar al día siguiente, con la esperanza de que no llueva y que la niebla se quede arropando la colina.


Una serpenteante carretera, la A-226, nos lleva hasta el fondo del valle, donde ha dejado de llover; me animo a parar al borde de la carretera y bajo para mirar las casas del pueblo colgadas arriba, entre abrazos de nubes.


Un poco ateridos por el frío continuamos camino hacia Mirambel, otra joya entre murallas perfectamente conservada. Accedemos al pueblo a través de una de sus cinco puertas, el portal de las monjas.


Merece la pena detenerse en cualquier rincón y disfrutar de un entorno privilegiado en el que conseguimos evadirnos del exterior. Como curiosidad, mencionar que el escritor Pío Baroja escribió la novela "En la Venta de Mirambel" (1931) dentro de la serie "Memorias de un hombre de acción", en la que describía la vida de la localidad en plena guerra Carlista.


Continuamos camino hacia otra pequeña localidad, La Cuba, situada en el límite con Castellón; queremos visitar el centro de interpretación de la industria del esparto, que en el pasado daba trabajo a toda la población. Es un pueblo muy pequeño, pero su calle principal está bloqueada por un montón de mujeres jugando a bolos. Nos comentan que una vez al año celebran una reunión sólo para mujeres del Maestrazgo, y éste es el día. Han venido de diversos pueblos de los alrededores. Durante un rato disfrutamos de una partida de bolos y chapas y de la compañía de estas mujeres que nos ofrecen visitar con ellas el museo. A comer no nos invitan porque sólo se permiten mujeres, tanto a la comida como al baile que vendrá después.

Breve recorrido por las calles, empinadas, húmedas, con verdín resbaladizo y con escaleras y salimos hacia la Iglesuela del Cid, bella localidad que nos sorprende por sus numerosos palacios, casas nobles de estilo aragonés, torres y restos del castillo templario del siglo XII.

El paisaje campestre recorrido por kilómetros de paredes de piedra seca, construidas sin cemento, entrecruzadas unas con otras, surcando todo el territorio. Aquí y allá, sencillas casetas construidas con la misma piedra y vinculadas a formas de vida basadas en la agricultura y ganadería.Después de comer, visitamos la ermita de la virgen del Cid, que encontramos cerrada pero donde disfrutamos de un hermoso panorama y seguimos por la A-227 con mejor firme y menos curvas que las anteriores, hasta llegar a Cantavieja. El camarero se equivocó, hay muchas nubes pero no llueve, y la niebla ha desaparecido, lo que nos permite hacer el recorrido por la villa que teníamos previsto para la mañana. Pero eso formará parte de otra historia.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El Maestrazgo

Salimos de Zaragoza el viernes por la tarde con la intención de llegar al corazón del Maestrazgo aragonés, en Cantavieja, dormir allí y al día siguiente, a primera hora, recorrer la zona. Salida con nervios un poco más tarde de lo previsto y con la amenaza de mal tiempo para todo el fin de semana, lluvias y tal.

Pasada la población del Burgo de Ebro, el Gepe ese nos recomienda desviarnos a Montalbán por la carretera de Belchite, muy mejorada desde mi último viaje por ella.

Pasamos las ruinas del antiguo Belchite sin detenernos, pero una rápida mirada a través de la ventanilla me permite observar el enorme deterioro sufrido por las ruinas en estos últimos años. No creo que las torres de la iglesia de San Martín y del convento de San Agustín se mantengan en pie durante mucho tiempo.




Con el cielo amenazando lluvia, llegamos a Montalbán, donde decidimos hacer una parada para estirar las piernas, tomar un café y darle una vuelta a la población. De paso vemos por fuera la iglesia fortaleza de Santiago, restaurada recientemente. Construida en los siglos XIII y XIV, es de estilo mudéjar terminada en ladrillo, consta de una nave de gran amplitud, tres tramos y cabecera heptagonal, con capillas entre contrafuertes tanto en la nave como en la cabecera. ¡Impresionante!

Concluida la visita iniciamos marcha hacia Cantavieja, no sin antes preguntar si nos quedaba mucho para llegar. La respuesta de la señora que regenta la única gasolinera del pueblo no se hace esperar: como dicen en mi pueblo, no creo que cuando lleguen encuentren despiertas a las gallinas. Con las ideas un poco más claras iniciamos la marcha por una carretera llena de curvas, pasando por Castel de Cabra, Ejulve, los órganos de Montoro y Villarluengo, que no podemos ver porque ya es noche cerrada; además la lluvia y los desprendimientos de rocas nos obligan a ir muy pendientes de la carretera.

Pasadas las 22:30 horas llegamos a nuestro destino. Suerte que por el camino hicimos reserva de habitación, porque el hotel está bastante concurrido. La cocina a punto de cerrar; cenamos de milagro, pero bien. Yo una sopa de cebolla y una trucha escabechada con muy buenos argumentos. ¡Y a dormir que al día siguiente tocan diana!