Un estudio sobre los compañeros de juegos que eligen los niños mostró que a los tres años de edad tienen el mismo número de amigos que de amigas; el porcentaje va cambiando y hacia los 5 años solamente el 20% de los amigos son del sexo contrario; hacia los 7 años prácticamente todos los amigos son del mismo sexo y, a partir de este momento, los mundos de los niños y de las niñas discurren de forma paralela, hasta que vuelven a encontrarse durante las primeras citas de la adolescencia.
Durante todo ese periodo de incomunicación las lecciones emocionales recibidas por ambos son bien diferentes. A excepción del enfado, parece que los padres hablan más de las emociones con sus hijas que con sus hijos y, como consecuencia de ello, las niñas disponen de más información emocional. Los chicos, que no suelen recibir ninguna educación que les ayude a verbalizar sus afectos, suelen mostrar una total inconsciencia con respecto a los estados emocionales, tanto propios como ajenos.