Son enormes acantilados cuyas paredes rocosas tienen una altura de 500 a 800 m, y podemos contemplarlos en la costa oeste de Tenerife, junto al puerto de Santiago. La única manera de acercarse a estos sorprendentes acantilados es en barco y dicen los lugareños que es la única manera de poder valorar su verdadera magnitud y de llegar a comprender porque los antepasados los consideraban sagrados.
El lugar era incluso venerado, hasta el extremo que llegaron a considerar que el mundo tenía su fin en este paradisiaco lugar, donde el sol, el salitre y la fresca brisa nos envuelven en el apacible susurro del mar, sólo interrumpido por alguna que otra ave.
2 comentarios:
...la primera impresiona un montón.
Cierto, impresionan. Bonitas estampas.
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