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Iba por los campos, y para convertir herejes e incrédulos tomaba la calabaza que llevaban los campesinos para remojar la comida y hacia salir una bota y así, con buen vino, combatía la herejía y convertía a la gente.
Fue creencia general que si en el día de hoy se rezaba a San Vicente el vino no haría mal por más que se bebiese; había quien practicaba esta devoción preservativa todos los viernes.
Ahora me explico porque aguanto tan poco la bebida; no me encomiendo a la protección del santo.
5 comentarios:
Pues que maravilla¡el santito Vicente...La pena es que no tubiera ese poder con las personas,y asi ya no existiera:la maldad,la ingratitud;la acritud,y otras tantas que se me ocurren.Un beso de mistela
Muy bien desarrollado, habrá que encomendarse a San Vicente y veremos que pasa. Un saludo.
Habrá que encomendarse algo más a este santo XD
anda la osaaa!!, oye que curioso esto, yo no sabía. Carajo hilando fino, ahora resulta que a la iglesia tambien se le puede culpar del alcoholismo?, ajaja...es broma obvio, ajaja... Me gustó esta historia.
un beso...Qettah
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Yo tengo intolerancia al alcohol, en serio... no creo que rezando a un sato mejore la cosa :)
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