Camino a Santiago (en coche, jeje) hacemos una parada en Pontevedra para estirar un poco las piernas. Es temprano y domingo, de modo que encontramos las calles prácticamente vacías.
Recorrer el casco antiguo resulta bastante agradable, pero poco más puedo decir de tan breve paseo.
La plaza da peregrina tiene su encanto y una pequeña iglesia cuya planta es como una de las conchas de peregrino. Muy curiosa la verdad.
Callejeando podemos saludar a don Ramón María de Valle Inclan, impertérrito al paso del tiempo.
Queremos llegar a Santiago temprano para poder hacer una visita antes de la comida, ya que sólo vamos de paso, de modo que reiniciamos la marcha.
Nada será que no haya sido antes.
Nada será para no ser mañana.
Eternidad son todos los instantes
que mide el grano que el reloj desgrana.
Valle Inclan
