El
mar. La mar.
El
mar. ¡Sólo la mar!
¿Por
qué me trajiste, padre,
a
la ciudad?
¿Por
qué me desenterraste
del
mar?
En
sueños la marejada
me
tira del corazón;
se
lo quisiera llevar.
Padre,
¿por qué me trajiste
acá?
Gimiendo por ver el mar,
un
marinerito en tierra
iza
al aire este lamento:
¡Ay
mi blusa marinera;
siempre
me la inflaba el viento
al
divisar la escollera!
(Rafael
Alberti)