
Es uno de los parajes más espectaculares de Aragón, una profunda garganta producida por la intensa acción erosiva primero glaciar y luego fluvial de las aguas del rio Bellós. Numerosas y vertiginosas cascadas, un frondoso bosque de hayedos y pinares y la sensación de estar en un lugar único e irrepetible fueron razones más que suficientes para incluirlo en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido más o menos en los años 80.




Aragón en general, y la provincia de Huesca en particular, son privilegiados en cuanto a la existencia de eremitorios, ermitas o abrigos religiosos en enclaves rupícolas. Con una antigüedad de cientos de años y una carga mágica importante, sobre todo para los vecinos de las poblaciones cercanas, todas ellas tienen su historia y leyenda y algunas hasta milagros. A San Úrbez venían los vecinos en romería a pedirle lluvia, ya que era un santo considerado “traedor de lluvia”.