Sevilla

Si tú no cantas tu copla,

nadie te la cantará.

Lo que nosotros no hagamos

no nos lo harán los demás.

Poema del poeta sevillano Rafael Montesinos,  que presta su nombre a  unos jardines y calle que bordeando el Guadalquivir proporcionan un placentero paseo a resguardo del ajetreo de la ciudad, aunque  a veces uno acabe mojado, como fue mi caso.

Iniciado el paseo nos encontramos la torre del Oro, edificada por los Almohades  a principios del siglo XIII con propósitos militares. Era utilizada para controlar las entradas al puerto de Sevilla, gracias a una enorme cadena de hierro colgada de ella que atravesaba el rio de orilla a orilla. Hoy es un pequeño museo naval que muestra una colección de mapas y antigüedades relacionadas con la historia naval de la ciudad.

El barrio de Triana está situada en la orilla derecha del Guadalquivir, al oeste del casco histórico de la ciudad antigua, comunicado con el mismo mediante el puente de Isabel II (conocido popularmente como puente de Triana), verdadera seña de identidad para los vecinos del barrio.

Triana siempre fue, ante todo, marinera; una actividad que ha conservado hasta la mitad de los años 60 aunque ya está definitivamente extinguida.

Adentrarse en el popular barrio de Triana es una gran oportunidad para sentir el ambiente y la vida cotidiana que en él se genera, con el carácter e idiosincrasia de su gente, sus calles, los corrales de vecinos, las academias de baile, los talleres de alfarería y sus edificios más emblemáticos. Al mismo tiempo nos sorprenderán las historias y leyendas más famosas del barrio, sobre todo las que hacen mención a la Inquisición.