lunes, 27 de agosto de 2007

Peña Foratata

Gracias por sacrificar parte de vuestro descanso y levantaros temprano un sábado por la mañana, gracias por acercarme hasta Lanuza en una madrugada lluviosa para ir en busca de una fotografía del amanecer capricho mío, gracias por protegerme de esa lluvia que comenzó en el momento menos oportuno mientras yo tomaba las fotografías, gracias porque vuestros desvelos me permitieron obtener estas bellas imágenes. Gracias también por darme a conocer la existencia de una leyenda sobre este enorme crespón que forma la peña Foratata.


Según cuenta la leyenda, en las elevadas cimas de Formigal, donde apenas son capaces de sobrevivir algunos animales, habitaban unos insectos milenarios que le dieron el nombre, las hormigas blancas. Anayet y Arafita, quizá los dioses más pobres de las montañas, tenían un tesoro que por nada cambiarían, una hija de nombre Culibilla, a la que la naturaleza dotó de belleza y candor, y que pasaba largos ratos con las hormigas, disfrutando de su amistad.

La paz de las montañas terminó cuando el gran Balaitús, el Zeus del Pirineo, poderoso y temido por todos, se enamoró ardientemente de Culibilla y quiso hacerla su esposa. Ella era inocente como una niña y sus juegos se limitaban a compartir risas y alegrías con las hormigas blancas, por lo que, al igual que hizo con otros pretendientes, lo rechazó. Desdeñado una y otra vez Balaitús decidió secuestrar a su amada, pero las hormigas, conocedoras de sus perversas intenciones abandonaron Formigal para correr a proteger a su amiga; cubrieron totalmente el cuerpo de la diosa ante la mirada atónita de Balaitús que, horrorizado, salió huyendo, pero no sin antes destruir con su furia a miles y miles de hormigas blancas. La cima de Formigal quedó cubierta de nieve.

Culibilla, en agradecimiento, clavó un puñal en su pecho para dar cobijo en su interior a las hormigas que sobrevivieron a la ira de Balaitús. A este agujero se le llama aún hoy el Forato de Peña Foratata, y está junto a Sallent de Gállego. Dicen los que han llegado a la cima que si uno acerca el oído a él, podrá escuchar las rítmicas palpitaciones del generoso corazón de Culibilla, pero no es fácil llegar hasta la cima.

Desde entonces no se ve en Formigal ni una sola hormiga blanca, todas están en el pecho de Culibilla.





El relieve del Midi D’Ossau, ya en la frontera con Francia, nos dio la bienvenida antes de volver la lluvia.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa la leyenda, y las fotos estupendas. Me gustaría que fueran apareciendo cuentecillos así en tu blog, ya que ser capaces de imaginar, de soñar, nos hace ser por un ratito los niños de ayer, y como siempre afirmo: tendríamos que conservar siempre un poquito de esa don que tienen los niños para ver el mundo.

Despistado dijo...

Estoy de acuerdo contigo vagamundos, un niño puede enseñarnos muchas cosas a los adultos: a ponernos contentos sin motivo, a estar siempre ocupados con algo y a saber exigir con todas nuestras fuerzas aquéllo que deseamos,...